El gobierno de EE.UU. ha retrocedido una vez más y ha rescindido los contrarrestarifas que solo introdujo anteayer. Lo que queda ahora es un arancel del 10% sobre todas las importaciones de todos los países, con la excepción de Canadá y México (las importaciones conforme al T-MEC siguen libres de aranceles), y los sectores automotriz y de acero/aluminio, que siguen sujetos a un arancel del 25%. Además, China ahora se encuentra prácticamente sola con un 145% además de lo que ya estaba en vigor antes de la segunda presidencia de Trump, señala Volkmar Baur, analista de divisas de Commerzbank.
"El problema fundamental sigue siendo: geopolíticamente, EE.UU. y China están compitiendo entre sí, y en este contexto, la seguridad económica tiene prioridad sobre la cooperación económica para ambos países. Por lo tanto, ambos países seguirán trabajando para hacer que sus economías y, en particular, sus cadenas de suministro estratégicamente importantes sean independientes del otro país y tratarán de obtener una ventaja tecnológica. Como resultado, habrá más sanciones y restricciones comerciales en lugar de menos."
"Cuatro desarrollos en particular siguen siendo una espina en el costado de EE.UU. Primero, la producción industrial de China (más precisamente: la producción manufacturera) ahora es mayor que la de los siguientes nueve países combinados. La participación de China en la producción manufacturera global fue del 35.4 por ciento en 2020, en comparación con solo el 11.8 por ciento de EE.UU."
"En general, será difícil para EE.UU. y China encontrar un denominador común. China no querrá que EE.UU. le dicte cómo debe ser su política industrial o cómo debe reconstruir su modelo de crecimiento. Así como EE.UU. no querría que alguien más le dijera qué hacer. Un acuerdo temporal parece posible. Pero sin una solución a los problemas mencionados anteriormente, esto sería una solución temporal en el mejor de los casos."