El liderazgo de China sorprendió a los mercados al dar un giro de 180 grados en su enfoque de estímulo económico. Xi Jinping, que durante años se mantuvo firme contra las inyecciones fiscales masivas en la economía, lidera ahora uno de los esfuerzos de estímulo más agresivos desde la pandemia.
Los corredores en Shanghai pasaron la semana festiva nacional atrapados en sus oficinas, probando sistemas después de la caída del mercado de septiembre.
Los inversores minoristas se apresuraron a volver a las acciones cuando China anunció su mayor estímulo hasta el momento, lo que provocó que la Bolsa de Valores de Shanghai se sobrecargara y cerrara.
La crisis fue el comienzo de una nueva era para la estrategia económica de China. Después de tres años de mercados en declive, este repentino giro de 180 grados por parte de Xi y sus autoridades muestra que ahora están enfocados en salvar la segunda economía más grande del mundo.
Los dirigentes de China ya no podían ignorar la caída del sector inmobiliario y la creciente deuda de los gobiernos locales que han estado sangrando dinero durante años.
El mercado inmobiliario del país (que alguna vez fue la base del crecimiento económico) representa aproximadamente el 30% de la economía del país. Ahora es un desastre. Los precios se niegan a estabilizarse y los gobiernos locales no pueden cubrir sus facturas.
Beijing enfrentaba la posibilidad real de no alcanzar su objetivo oficial de crecimiento del PIB del 5% este año. En cambio, los últimos datos muestran un crecimiento del 4,6% para el tercer trimestre, el más bajo en un año y medio.
Para abordar el desastre económico, el banco central y los reguladores financieros de China lanzaron una ola de medidas de estímulo. Se redujeron drásticamente las tasas de interés, los propietarios de viviendas obtuvieron apoyo y el mercado de valores recibió un nivel de asistencia sin dent .
Dos semanas después, el Ministerio de Finanzas anunció otra capa de estímulo fiscal. Se trazaron planes para rescatar a los gobiernos locales, recapitalizar bancos y comprar millones de apartamentos no vendidos.
Nadie conoce el tamaño total de este paquete fiscal, pero Beijing promete que será el mayor de los “últimos años”. Xi lo llama un “golpe combinado”, con la esperanza de acabar con los problemas económicos.
Sin embargo, la verdadera pregunta es si estos golpes caerán con suficiente fuerza. Los economistas tienen sus dudas, considerando los numerosos problemas que enfrenta China: elevada deuda pública, declive demográfico y crecientes tensiones con los socios comerciales.
El desempleo juvenil saltó al 18,8% en agosto, frente al 13,2% apenas dos meses antes, y la gente está más centrada en ahorrar que en gastar.
Los productores chinos también han estado lidiando con la deflación durante dos años consecutivos. Las ganancias corporativas están bajo una inmensa presión y las exportaciones cayeron inesperadamente en septiembre.
Esta terrible situación obligó a Xi y su círculo íntimo a actuar. En julio, los dirigentes de China comenzaron a preocuparse por el incumplimiento de los objetivos de crecimiento después de su tercer pleno, una reunión de política a puertas cerradas que se celebra cada cinco años.
Públicamente, Xi se mantuvo dent , e incluso pareció relajado durante su visita a la provincia de Gansu en septiembre. Pero detrás de escena, sonaron las alarmas. El dent sabía que había que hacer algo.
Xi está pisando una delgada línea entre reactivar la economía y evitar errores del pasado. Se muestra reacio a volver al viejo manual de acumular deuda en sectores de baja tecnología para impulsar el crecimiento. En cambio, está mirando a “nuevas fuerzas productivas”, como la energía verde y los semiconductores avanzados.
Beijing ahora se está centrando en reformas como aumentar la edad de jubilación y flexibilizar el sistema hukou, que restringe el acceso de los trabajadores inmigrantes a los servicios. Estos cambios apuntan a abordar problemas de largo plazo, pero eluden la necesidad inmediata de estimular el gasto de los consumidores.