Las políticas del dent Donald Trump están logrando lo único que nadie pensó que fuera posible: aislar a Estados Unidos. Sus comentarios descabellados sobre la anexión de Canadá, la recuperación del Canal de Panamá y la apropiación de Groenlandia han provocado conmociones en todo el mundo.
Ya sea que los comentarios de Trump sean serios o simplemente otra de sus infames “bromas”, están obligando a los líderes de todo el mundo a tomarlo en serio. El embajador de Canadá en Washington desestimó la sugerencia inicial de Trump de convertir a Canadá en el estado número 51 de Estados Unidos, diciendo que “se estaba divirtiendo un poco”.
Pero Trump sigue hablando , y cuanto más habla, menos parece una broma. Los líderes canadienses no tuvieron más remedio que responder, rechazando rotundamente la idea.
Trump aclaró que no invadiría Canadá, pero redobló su apuesta amenazando con “fuerza económica”. Mientras tanto, su negativa a descartar una acción militar contra Groenlandia y el Canal de Panamá ha encendido las alarmas internacionales.
Groenlandia, territorio autónomo de Dinamarca, se convirtió en otro objetivo de las ambiciones de Trump. Ha hablado de “recuperar” Groenlandia con tanta intensidad que los líderes europeos están ahora en alerta máxima. La canciller de Alemania y el ministro de Asuntos Exteriores de Francia han advertido que Groenlandia está incluida en la cláusula de defensa mutua de la Unión Europea.
¿Traducción? Si Trump toma alguna medida sobre Groenlandia, la UE podría defenderla legalmente. Así de grave se ha vuelto esto. Y mientras los defensores de Trump se ríen y llaman a sus comentarios la “Doctrina Donroe” (un juego de palabras con la Doctrina Monroe del siglo XIX), a otros no les hace gracia.
El congresista republicano Brandon Gill incluso bromeó diciendo que Canadá, Panamá y Groenlandia deberían sentirse “honrados” ante la idea de convertirse en parte de Estados Unidos. Pero nadie se ríe en Canadá, donde el 82% de la población rechazó recientemente en una encuesta la idea de unirse a Estados Unidos.
Los derechos de las naciones más pequeñas no son motivo de risa. Cuando las naciones más grandes empiezan a hablar de apoderarse de las más pequeñas, es una señal de alerta para la política global. Es el tipo de comportamiento que inició ambas Guerras Mundiales. En 1914, el primer ministro británico, David Lloyd George, no podía ignorar el ataque de Alemania a Bélgica, calificándolo de obligación moral defender a las naciones más pequeñas.
Unas décadas más tarde, Gran Bretaña y Francia aprendieron por las malas que apaciguar a la Alemania nazi sólo fomentaba una mayor agresión. Cuando se comprometieron a defender Polonia, la Segunda Guerra Mundial era inevitable.
Los defensores de Trump odian estas comparaciones. Argumentan que su discurso sobre anexar territorios tiene como objetivo fortalecer el mundo libre contra autocracias como China y Rusia. El propio Trump ha planteado sus ambiciones como una cuestión de seguridad nacional.
Pero aquí está la cuestión: sus acciones favorecen a los adversarios de Estados Unidos. Rusia y China han soñado durante mucho tiempo con debilitar la alianza occidental, y Trump está haciendo el trabajo por ellos.
Si Trump sostiene que es estratégicamente necesario que Estados Unidos reclame Groenlandia o el Canal de Panamá, ¿qué impide que Rusia plantee el mismo argumento sobre Ucrania? ¿O China sobre Taiwán? La retórica de Trump está sentando un dent peligroso, uno que podría desestabilizar todo el orden global.
Rusia y China no podrían haber soñado con un escenario mejor. Las amenazas de Trump están abriendo brechas entre Estados Unidos y sus aliados, debilitando las mismas alianzas que han mantenido a estos adversarios bajo control.
Los medios canadienses ya están publicando titulares como “Por qué Estados Unidos no puede conquistar Canadá”, lo que refleja los crecientes temores de que la agresión estadounidense se generalice en el país. En casa, los partidarios de Trump continúan animándolo y desestimando su retórica como una fanfarronería estratégica.
Las políticas de Trump también están afectando a la economía estadounidense. Las proyecciones de crecimiento para 2025 muestran una desaceleración y se espera que la economía crezca sólo un 2%. Esta cifra es inferior a la de años anteriores y podría empeorar si los aranceles de Trump añaden otro punto a la inflación y al mismo tiempo recortan un 0,7% el crecimiento.
La pérdida de empleos es otra preocupación. La reducción de la inmigración bajo las políticas de Trump podría costarle a Estados Unidos 100.000 puestos de trabajo al mes, afectando la productividad y el gasto de los consumidores. Se espera que los rendimientos de los bonos del Tesoro se mantengan altos, entre el 4% y el 5%.
Los datos económicos clave de las próximas semanas arrojarán más luz sobre la situación. Los informes del Índice de Precios al Consumidor (IPC) y del Índice de Precios al Productor (IPP), que se publicarán el 15 y 14 de enero respectivamente, revelarán cómo la inflación está afectando a los consumidores y a los productores.
La balanza comercial de Estados Unidos, que mostró un defi de 78.200 millones de dólares el mes pasado, sigue siendo una preocupación ya que las importaciones siguen superando a las exportaciones. Los principales bancos como Wells Fargo y JPMorgan también publicarán sus resultados la próxima semana.
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