Por Andy Home
LONDRES, 26 mar (Reuters) - La orden ejecutiva del presidente estadounidense, Donald Trump, para impulsar la producción nacional de minerales pretende abrirse camino a través de la espesura de la concesión de permisos mineros en Estados Unidos.
Se tarda una media de casi 29 años (link) para que una nueva mina pase del descubrimiento a la producción en Estados Unidos, el segundo plazo más largo del mundo después de Zambia, según S&P Global.
La concesión de permisos en terrenos federales, en particular, es un gran problema que el gobierno estadounidense está especialmente capacitado para resolver.
El Gobierno de Joe Biden tuvo problemas para conciliar su ambición de producir más metales "verdes" para la transición energética con sus credenciales medioambientales y sociales.
Trump no tiene esos reparos.
El Secretario de Interior tiene instrucciones de "dar prioridad a las actividades de producción de minerales sobre otros tipos de actividades en tierras federales".
Pero existe el peligro de que el péndulo político se incline demasiado hacia el otro lado. También está el problema de que las nuevas minas siguen tardando muchos años en construirse y Estados Unidos carece de capacidad de transformación para convertir las materias primas en metal.
El cobre es un ejemplo de ello.
PROYECTOS DE COBRE PARALIZADOS
El cobre no está en la lista de minerales críticos de Estados Unidos, pero recibe una mención especial en la orden ejecutiva de Trump (link), junto con el oro, el uranio, la potasa y, si el presidente del Consejo Nacional de Dominio de la Energía así lo determina, cualquier otro elemento "como el carbón".
El cobre ha llegado a personificar el problema de poner en marcha nuevas minas en Estados Unidos.
Grandes proyectos de cobre como Resolution (link) en Arizona, Pebble (link) en Alaska y Twin Metals (link) en Minnesota llevan años estancados en la fase de tramitación de permisos federales.
Los tres podrían beneficiarse del cambio de viento político en Washington.
Pero la oposición de los nativos americanos y de los grupos de protección del medio ambiente no va a desaparecer por arte de magia de un plumazo presidencial. De hecho, podría afianzarse aún más.
Grandes empresas mineras como Río Tinto RIO.L, propietaria de una participación mayoritaria en Resolution, han aprendido por las malas que la minería sin el consentimiento de la comunidad es muy problemática.
La empresa cuenta con el apoyo de los responsables políticos serbios y de la Unión Europea para su gigantesca mina de litio de Jadar, pero su progreso se ha paralizado debido a las protestas masivas (link).
PLAZO AMPLIADO
La mina Resolution tiene potencial para convertirse en el mayor productor de cobre de Norteamérica, capaz de satisfacer hasta el 25% de la demanda anual de cobre de Estados Unidos.
El cobre vendrá acompañado de subproductos como el bismuto, el indio y el telurio, todos ellos incluidos en la lista de minerales críticos.
Pero aun suponiendo que se acelere la obtención de permisos, la construcción de la mina llevará unos 10 años, lo que significa que los primeros concentrados de cobre no se producirán hasta mediados de la próxima década.
Resolution está situada en Arizona, que tiene una larga historia de minería e infraestructuras asociadas.
Los proyectos de Pebble y Twin Metals se enfrentan a retos adicionales en forma de lejanía física e impacto potencial en las zonas de desove del salmón y en la reserva natural de Boundary Waters, respectivamente.
Acelerar la obtención de permisos para estos proyectos no significa que vayan a estar listos para generar cobre en breve.
BRECHA DE PROCESAMIENTO
La mina Resolution de Rio podría integrarse en las actuales operaciones de fundición y refinado de Kennecott en Utah.
Sin embargo, Kennecott es sólo una de las dos fundiciones de cobre primario activas en Estados Unidos. La otra es Miami, en Arizona, explotada por Freeport-McMoRan FCX.N. Se ha especulado (link) pero hasta ahora no se ha confirmado que Grupo México pueda reabrir su fundición de Hayden en el mismo estado.
Estados Unidos es ya un exportador neto de concentrados de cobre por falta de capacidad de procesamiento suficiente. El año pasado se enviaron al extranjero unas 320.000 toneladas de metal contenido en concentrados, según el Servicio Geológico de Estados Unidos.
Los tres destinos principales fueron México, China y Canadá. Está claro que hay suficiente capacidad de fundición norteamericana para absorber la producción extra de las minas estadounidenses, pero la política de "friend-shoring" de la administración Biden ha sido sustituida por las amenazas arancelarias de Trump contra los dos vecinos de Estados Unidos.
Además, todas las fundiciones de cobre compiten actualmente con China, donde la capacidad de fundición y refinado es enorme y sigue creciendo.
Los márgenes de las fundiciones se están reduciendo en forma de tarifas de tratamiento históricamente bajas para convertir la materia prima en metal en mínimos históricos.
La creación de capacidad nacional suficiente para procesar la producción adicional de las minas estadounidenses podría ser un problema más espinoso que la construcción de las nuevas minas en primer lugar.
SOLUCIÓN URBANA
La fijación en megaproyectos mineros que acaparan titulares para reducir la dependencia estadounidense de las importaciones pasa por alto una solución mucho más sencilla y de menor coste.
La capacidad de procesamiento estadounidense para reciclar cobre está creciendo.
La alemana Aurubis AG NAFG.DE ha invertido 800 millones de dólares en una nueva fundición (link) en Georgia para tratar hasta 180.000 toneladas métricas de materiales reciclables complejos, como placas de circuitos.
Estados Unidos es el mayor exportador mundial de chatarra de cobre, con casi un millón de toneladas anuales. Gran parte se envía a China para su procesamiento.
Reciclar todo ese metal perdido en instalaciones nacionales no eliminaría la dependencia estadounidense de las importaciones de cobre, pero reduciría considerablemente la diferencia.
El reciclaje ofrece las ventajas de un recurso existente, un bajo gasto de capital en comparación con nuevas minas, plazos de producción más cortos y una menor huella de carbono.
La prisa de la administración Trump por deshacerse de cualquier cosa asociada con la agenda verde de Biden corre el riesgo de pasar por alto la única parte de la cadena de suministro nacional de cobre que ya está atrayendo inversiones y aumentando la capacidad.
Si el mantra es "mina, pequeña mina", canalizar más fondos federales hacia la "minería urbana" cosechará recompensas más rápidamente que cualquier nueva gran mina convencional.
Las opiniones expresadas aquí son las del autor, columnista de Reuters